LA VIDA EN TORNO A UN PATIO, LA VIDA MEJOR
Es curioso abrir el diccionario de la Real Academia Española y leer con atención la definición que en él se vierte sobre el patio. Es definido como el “espacio cerrado con paredes o galería, que en las casas y otros edificios se suele dejar al descubierto”. Cualquiera diría que la persona encargada de las definiciones, fuera un gran enemigo de este recurso arquitectónico atemporal a la par que efectivo.
Lejos de ser un “espacio cerrado”, el patio siempre se ha correspondido con un símbolo de luz y vida. En oriente, un espacio de refugio y privacidad, oculto entre su irregular trama urbana. En occidente, un lugar abierto y social, donde reunirse en el interior de la casa.
Los arquitectos, desde los más experimentados hasta aquellos experimentales, siguen mirando hacia este espacio tradicional, potenciando sus virtudes como el más eficiente de los sistemas pasivos. El patio mantiene una temperatura constante a lo largo de todas las estaciones y proporciona una ventilación natural de los espacios vivideros, difícilmente conseguible con otra tipología de recursos. Unido a la aportación de naturaleza en su interior, suman un mayor número de beneficios que van más allá de lo arquitectónico: disminuye la mortalidad, favorece la vitalidad y produce una sustancial mejora de la salud mental.
UN PULMÓN NATURAL EN EL CENTRO DE LA CASA
El principal culpable de la adopción del concepto de casa patio es la escuela del racionalismo y la funcionalidad, el modernismo del siglo XX. En una clara respuesta a una forma errática de arquitectura doméstica y carente de saneamiento, potenciada por la reconstrucción a desarrollar tras la primera guerra mundial, el modernismo formó un acertado discurso higienista convirtiéndo el patio en el principal protagonista.
Los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), celebrados desde 1920 a 1959, fueron el punto de lanza de una búsqueda continuada de aportar salud a lo doméstico. Tanto Ludwig Hilberseumer como Mies Van Der Rohe, comenzaron a experimentar este modelo, tomando dos posiciones muy distintas que, unidas a la tradición, establecen los cimientos del patio contemporáneo. La posición de Mies, poseía un discurso más centrado hacía la conexión con el territorio y la naturaleza, en contraposición de Hilberseumer, más centrado en una racionalidad constructiva e industrial.
Otros compañeros modernistas, como Alvar Aalto, trabajaron el concepto desde otra perspectiva. El arquitecto Finlandés, conformó su experimental vivienda de verano en Muraatsalo trazando una “L”, con una envoltura de muros de ladrillo perimetrales semiabiertos al paisaje pero dotando de privacidad a su interior. Y si hablamos del paradigma de casa patio, lo natural es dirigir las palabras hacía Josep Lluís Sert. A través de un modelo americano, en Cambridge, la funcionalidad del patio fue el punto inicial que llevó a generar un espacio central mediante el cual giraría toda la vivienda, sin una conexión evidente con el territorio en el que se emplazaría. Además de adoptar las funciones tradicionales, es presentado como un distribuidor de estancias y aprovecha sus recorridos para introducir una serie de lugares servidores, en la búsqueda de la optimización.
LA REHABILITACIÓN CONTEMPORÁNEA DEL PATIO TRADICIONAL
La transformación de los usos y cualidades de los patios domésticos han sufrido numerosas mutaciones con el paso de los años, pero siempre generando vida en torno a su geometría. De la arquitectura romana, griega y árabe como estandartes ejemplares, se aterriza en el modernismo y la contemporaneidad, con la identidad del lugar protagonista, para volver a la recuperación y rehabilitación de los patios tradicionales adaptando sus usos a las nuevas formas de vivir.
La búsqueda de una vida más sencilla es el detonante de este proceso de recuperación: viviendas tradicionales donde ver crecer un rincón de naturaleza, un oasis particular en el que pasar las noches “a la fresca”. Pequeños tesoros escondidos que encontramos en el panorama nacional y, especialmente, en el barrio valenciano de “El cabanyal” y el vecindario de “Gracia” en Barcelona.
Carmel Gradolí, socio del estudio Gradolí & Sanz, lleva dedicada más de una década a la rehabilitación de estas joyas valencianas perdidas entre una trama portuaria cercana al mar, moviéndose entre el activismo y lo poético de la arquitectura. Este barrio ha sufrido una serie de episodios de cambio social y una fuerte degradación que, en los últimos años, se encuentra en un gran estado de forma gracias a proyectos como los liderados por el estudio del experimentado arquitecto valenciano.
Unos cientos de kilómetros hacia el norte, el barrio de Gracia es testigo de una recuperación de su patrimonio construido basado en a la puesta en valor del ladrillo tejar, sus bóvedas tabicadas y, por supuesto, sus patios interiores. La oficina barcelonesa de Carles Enrich esculpe un discurso fiel a la recuperación de viviendas de principios de siglo XX. Por supuesto, el patio conforma el núcleo protagonista en torno al que giran todas sus propuestas, revisitando la tradición a través de la contemporaneidad.
De unos patios utilizados para aportar funcionalidad a la casa, como espacio “sucio” o servidor de la vivienda, que acogía desde gallinas hasta todo tipo de utensilios referentes a la pesca, se da paso a unos lugares proyectados para el descanso y el ocio, acogiéndolos como un proyecto único dentro de otro, mediante el trabajo de su paisaje interior material y vegetal.
Parece de recibo que, tras esta clarividencia de ejemplos, la RAE está en su deber de modificar dicha acepción, poniendo en valor un lugar muy alejado de ser un espacio cerrado y sin vitalidad. Y es que el patio, se definiría mejor como “un lugar abierto a la luz, que aporta salud, vitalidad y bienestar al espacio interior doméstico y a todo aquel que lo habita.”
Solo cabe subrayar y nunca olvidar que, la vida en torno a un patio, siempre es una vida mejor.
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Autor artículo: Carlos Armenteros arquitecto y director del estudio Carlos Armenteros Arquitectura.